20070613

Febrero de 1990

Fuí a verlo al hospital, me habian llamado por teléfono a la redacción del periódico.
Fue una llamada rápida- Oye, ese amigo tuyo, Gorka, ha tenido un accidente con la policía...creo que esta mal. Lo han llevado a urgencias del Hospital de Navarra...mejor que vayas a verlo porque no sé si le queda mucho-
El confidente, sin mucho tacto, me ponía sobre aviso. Me esperaba lo peor, y con lo peor me encontré.
Gorka estaba muy grave, tenía media cabeza abierta con pérdida de masa encefálica. Le habían operado de urgencia y había sobrevivido las tres horas de la operación. En la entrada de la UVI estaban un par de agentes de la Policía Foral.
Me preguntaron quién era yo. Les dije que era periodista, no les hablé de mi amistad con el paciente.
Me avisaron que nadie podria entrar sin el permiso judicial y médico.
Pero justo cuando estaban hablando, entró el médico y la enfermera. La puerta se abrió por unos segundos y en el fondo, en una enorme cama, ví como descansaba el cuerpo roto de Gorka.
Un cuerpo conectado a un respirador y decenas de cables... El Foral me puso la mano en el pecho y me empujó con suavidad pero con fuerza hacia afuera...la puerta se cerró.
Me quedó esa imagen, su cuerpo inerme, desnudo, envuelto en tubos que alargaban su vida inútilmente, porque iba a morir.
Gorka con su marca en la frente, en su enorme cabeza...
Llamé a Amagoia, su madre. No la encontré, pero le dejé un mensaje en el contestador.
Mientras me fumaba un cigarro en la sala de espera me preguntaba como había llegado hasta allí.
No es que me extrañara de que Gorka hubiera acabado en coma o de que iba a morir joven, era algo tan evidente como la marca su frente, el asunto era cuando.
Entonces pensé que había llegado el día.

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